EL CORRECTOR
Mónica Cazón
Nada le hacía más feliz que corregir las inflexiones de voz y los errores de dicción. Minuciosa y amablemente, con una modestia rebuscada y falsa, procedía a enmendar nuestras charlas diarias. Un placer morboso se transparentaba en su acción benévola, que era bienvenida por proceder de un señor serio y respetable.
Así pasaron los meses hasta que una noche descubrí que el oficio de su mujer era corregir textos ajenos y que ambos practicaban el sadomasoquismo. Ella ejercía su rol de amo, y él, de perrito.
Así pasaron los meses hasta que una noche descubrí que el oficio de su mujer era corregir textos ajenos y que ambos practicaban el sadomasoquismo. Ella ejercía su rol de amo, y él, de perrito.
1 comentario:
Que conto bom e perspicaz! Gostei muitíssimo!
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