EL TORO DE CRETA
José Luis Zárate
Un resplandor, una silueta cuyos bordes eran fuego: un monstruo con forma de toro que vagaba en esas tierras. Hércules lo había capturado al otro lado de lo conocido, y en sus hombros lo había traído ante Euristeo que quiso dedicárselo a Hera quien lo rechazó, y por ello lo habían dejado libre.
Hércules había partido en busca de otra bestia informe y nadie podía enfrentarse al toro. Nadie se molestaba, por otra parte. ¿Cómo combatir a una montaña, a una furia, a un ser que era parte del mundo de los dioses y héroes?
Lo admiraban, eso sí, y tocaban con temor reverente sus profundas huellas.
Pero no percibían a la bestia terrible, el monstruo era invisible ante ellos.
Veían a Hércules que había domado ese poder, la sombra, la forma que el Toro de Creta proyectaba era la del héroe.
Hércules había partido en busca de otra bestia informe y nadie podía enfrentarse al toro. Nadie se molestaba, por otra parte. ¿Cómo combatir a una montaña, a una furia, a un ser que era parte del mundo de los dioses y héroes?
Lo admiraban, eso sí, y tocaban con temor reverente sus profundas huellas.
Pero no percibían a la bestia terrible, el monstruo era invisible ante ellos.
Veían a Hércules que había domado ese poder, la sombra, la forma que el Toro de Creta proyectaba era la del héroe.
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