miércoles, 3 de septiembre de 2008

Leyendas de Argirón 2 - María del Pilar Jorge


—En Argirón existía la creencia de que los Antiguos habían emigrado a la Tierra. Por eso solíamos vigilarlos. Nuestros viajes eran como un regreso al hogar, un hogar donde el agua se extendía por doquier.
Txlisky balanceaba su cuerpo en la cama de Jor, mientras los tres jóvenes lo escuchaban en silencio.
—Ellos eran criaturas increíbles, de manos frágiles. No se les habían calcificado aún y podían usarlas como un sentido más.
—Entonces eran débiles —observó Jor.
—No, porque usaban herramientas que multiplicaban su fuerza. Con las manos podían reconocer la textura de las cosas, se acariciaban con ellas.
—¿Acariciarse? ¿Cómo es eso? —preguntó Lina.
—Eso es otra historia. Ahora a dormir, que es tarde.
Antes de salir del dormitorio, Txlisky les acomodó las mantas con que se cubrían.
Esa noche, Lina soñó con suaves manos que la acariciaban.