En la parte superior del reloj de arena: ciudades milenarias rodeadas por desiertos de lumbre sólida, soles agudos que calcinan huesos de estegosaurios, caravanas de camellos sedientos y esclavas vendidas mil veces. En el centro: un hoyo de arenas movedizas que arrastra hacia el infierno a todo aquel que osa acercarse demasiado…
En medio del reloj de arena: granos que caen, cada grano una vida, un planeta, una galaxia que muere para reencarnar en otro plano.
En la parte inferior del reloj de arena: océanos sin islas ni continentes, monstruos marinos devorando monstruos marinos, un esquizoide barco fantasma bailando al compás de mareas abstractas. Dentro del barco: un camarote, dentro del camarote: una mesa, encima de la mesa: un mapa carcomido y la única foto de Dios: sonriente, barbado, sudoroso y enrojecido, mirando de frente a la cámara y saludando desde la entrada de la relojería.
Fotografía: J.V.Ortuño
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