SERENDIPIA
Ricardo Manuel Ganso
El caballero londinense echó una cucharada del polvo en un vaso con agua. Esperó que cesara la efervescencia y bebió con avidez. Sentado en su sillón se tomaba el estómago con la mano derecha reprimiendo gestos de dolor. Minutos después le dijo a su mayordomo:
—Poole, ninguno de estos chismes que compras en la farmacia me hace efecto. Son todos inservibles. Mañana sírveme el té en mi laboratorio, que estaré allí preparando mi propio antiácido.
—Como usted ordene, Dr. Jekyll —contestó obediente Poole.
—Poole, ninguno de estos chismes que compras en la farmacia me hace efecto. Son todos inservibles. Mañana sírveme el té en mi laboratorio, que estaré allí preparando mi propio antiácido.
—Como usted ordene, Dr. Jekyll —contestó obediente Poole.
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