Trampa para peces - Luis Solepow
TRAMPA PARA PECES
Luis Solepow
No podía durar. La novela era una trampa y yo no podría moverme sin desencadenar una catástrofe.
—¿Está seguro de que no me cambió de novela? —El caballero de bigotes sonrió complacido, como si ese hubiera sido su objetivo desde el primer momento. Ya no vestía una camisa azul oscuro ni el chaleco floreado sino un holgado camisón; se parecía más a Groucho Marx que a sí mismo.
—Lo moví, ¿y qué? Esta también es buena.
Examiné el depósito y tuve que admitir que era cierto. Había un montón de latas de porotos en conserva, formularios para redactar telegramas, dentaduras postizas, cigüeñales y revistas japonesas de animé o manga (nunca supe distinguirlas). Junto a la cama había un teléfono blanco que sonó de un modo demasiado estridente. Atendí. Era Dick.
—¿Ahora se da cuenta de que metió la pata? —dijo—. Vuelva, lo perdono.
—¿Está seguro de que no me cambió de novela? —El caballero de bigotes sonrió complacido, como si ese hubiera sido su objetivo desde el primer momento. Ya no vestía una camisa azul oscuro ni el chaleco floreado sino un holgado camisón; se parecía más a Groucho Marx que a sí mismo.
—Lo moví, ¿y qué? Esta también es buena.
Examiné el depósito y tuve que admitir que era cierto. Había un montón de latas de porotos en conserva, formularios para redactar telegramas, dentaduras postizas, cigüeñales y revistas japonesas de animé o manga (nunca supe distinguirlas). Junto a la cama había un teléfono blanco que sonó de un modo demasiado estridente. Atendí. Era Dick.
—¿Ahora se da cuenta de que metió la pata? —dijo—. Vuelva, lo perdono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario