UN PUENTE SOBRE EL FANGO
Ambrose Bierce
Una Mujer Rica que volvía del extranjero desembarcó al pie de la Calle Hundida Hasta las Rodillas, y estaba por caminar hasta su hotel a través del barro.
—Señora —dijo un Policía—, no puedo permitir que haga eso; se embarrará los zapatos y las medias.
—¡Oh, no tiene importancia, realmente! —replicó la Mujer Rica, con encantadora sonrisa.
—Pero, señora, es innecesario; desde el desembarcadero hasta el hotel, como usted podrá observar, se extiende una línea ininterrumpida de periodistas postrados que imploran el honor de que usted camine sobre ellos.
—En ese caso —dijo ella, sentándose en un umbral y abriendo su bolso— tendré que ponerme mis galochas.
—Señora —dijo un Policía—, no puedo permitir que haga eso; se embarrará los zapatos y las medias.
—¡Oh, no tiene importancia, realmente! —replicó la Mujer Rica, con encantadora sonrisa.
—Pero, señora, es innecesario; desde el desembarcadero hasta el hotel, como usted podrá observar, se extiende una línea ininterrumpida de periodistas postrados que imploran el honor de que usted camine sobre ellos.
—En ese caso —dijo ella, sentándose en un umbral y abriendo su bolso— tendré que ponerme mis galochas.
1 comentario:
Jajaja pobres paparatizis…
Saludos
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