ADICTO
Olga A. de Linares
Desconectó todos los sensores que medían y mantenían su balance químico. Cuidando de no despertar a la enfermera robot, salió del cuarto esterilizado y anuló el sistema de vigilancia.
Su proveedor, bastante nervioso, lo aguardaba entre las sombras del jardín sintético. Cerraron rápidamente el trato, temiendo ser descubiertos por alguna patrulla, y volvió a entrar a la casa.
Desenvolvió el paquete y el aroma prohibido inundó su nariz, haciéndolo salivar con hambrienta anticipación.
No importaba si eso le quitaba diez años de vida. Tampoco ignorar que su organismo, obligado como todos al RSVP (Régimen Salud y Vida Productiva), fuera incapaz de sobrevivir a semejante atentado, después de tantos años de forzada abstinencia.
Y con placer de adicto, mordió la porción de pizza, ese maravilloso veneno del pasado...
Su proveedor, bastante nervioso, lo aguardaba entre las sombras del jardín sintético. Cerraron rápidamente el trato, temiendo ser descubiertos por alguna patrulla, y volvió a entrar a la casa.
Desenvolvió el paquete y el aroma prohibido inundó su nariz, haciéndolo salivar con hambrienta anticipación.
No importaba si eso le quitaba diez años de vida. Tampoco ignorar que su organismo, obligado como todos al RSVP (Régimen Salud y Vida Productiva), fuera incapaz de sobrevivir a semejante atentado, después de tantos años de forzada abstinencia.
Y con placer de adicto, mordió la porción de pizza, ese maravilloso veneno del pasado...
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