ESPERA
Jordi Cebrián
A él no le dejaron salir. Los demás ya estaban fuera, incluso la pareja de delante en la cola, que también había tenido problemas. Ahora, en la sala sin muebles, sólo estaba él. Habían cerrado las puertas, y reducido la luz al mínimo. Estaba acostumbrado a obedecer, así que se sentó resignado en el suelo, junto a una pared. Pasaron algunas horas y finalmente llegó un responsable, quien le informó de su situación y de los complejos motivos burocráticos que retrasaban su turno. En unos días, le aseguró, estará resuelto, entretanto llene estos papeles. Siguió esperando, pero nadie más vino.
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