IMPUREZAS
José Luis Vasconcelos
—Lo siento, aquí no entras —dijo San Pedro, y cerró rápidamente las puertas del cielo.
—No entiendo, mi alma es limpia —musitó el escritor—. Mis textos, transparentes; pura fantasía.
—No insistas —indicó el portero celestial.
—Sólo dígame por qué —insistió Gaut vel Hartman.
—Está bien. Lo diré sólo una vez: eres químicamente impuro.
—No entiendo, mi alma es limpia —musitó el escritor—. Mis textos, transparentes; pura fantasía.
—No insistas —indicó el portero celestial.
—Sólo dígame por qué —insistió Gaut vel Hartman.
—Está bien. Lo diré sólo una vez: eres químicamente impuro.
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