LA ÚLTIMA BOCANADA DE HUMO
Roberto Ortiz
El hedor hincha sus pulmones y un ventarrón me da a la cara. No sabe lo que busca, quizá un amor clandestino. Quizá una pelea que le recuerde el poderío de sus garras. Quizá, y simplemente, una razón para el sinsentido. Su lengua repasa sus fauces y sus ojos: dos faroles irisados, buscan algo palpitante. Con alevosía se abalanza por el filo que separa mar y tierra, deteniéndose de vez en cuando, olisqueando la dulce brisa, la brisa a sangre. Y mientras corre piensa en qué vendrá ahora, qué tipo de vida se encumbrará en adelante. Y corre a tropezones, como si con correr detuviera el tiempo, sus maullidos se han convertido en lamentos y su ágil cuerpo en una bocanada de humo.
Antes de perderse en lontananza me mira, y yo, sacudido por la estampida de estas letras y la colilla gastada, alcanzo ver el cuerpo amorfo de los invasores.
Antes de perderse en lontananza me mira, y yo, sacudido por la estampida de estas letras y la colilla gastada, alcanzo ver el cuerpo amorfo de los invasores.
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