Al regreso a Ítaca, el alma de Ulises gustaba salir a pasear cuando él se dormía. Cada noche, recorría todos aquellos sitios que había visitado en el azaroso viaje de vuelta.
Una noche visitó la isla de Ogigia, donde vivía la bella Calipso, quien aprovechó para apoderarse definitivamente del espíritu del único mortal que le había rechazado.
Por la mañana, cuando Penélope despertó, Ulises estaba muerto; en su rostro había una sonrisa.
Una noche visitó la isla de Ogigia, donde vivía la bella Calipso, quien aprovechó para apoderarse definitivamente del espíritu del único mortal que le había rechazado.
Por la mañana, cuando Penélope despertó, Ulises estaba muerto; en su rostro había una sonrisa.
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