Llovió torrencialmente durante muchos días. Al inicio, las calles se convirtieron en canales y los habitantes se trasladaron a vivir en las azoteas. Luego, los grillos se multiplicaron y sólo se oía su canto incesante hasta que fueron devorados por los sapos. El agua fue sumergiéndolo todo y el silencio volvió a reinar. Cuando escampó, un lago había vuelto a aparecer en su antiguo lecho y ya nadie se acordaba de la Ciudad de México que, cual Atlántida, pasó a formar parte del imaginario colectivo.
Tomado de: http://deesquinasyrincones.blogspot.com/
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