Gregorio Samsa despertó convertido en un repugnante coleóptero.
Aún frotándose los ojos con las patas delanteras, cruzó su mirada con el dinosaurio, que todavía seguía allí. Ambos se miraron, gritaron y salieron huyendo de la habitación.
Todo había sido un malentendido, resultado de una pesadilla cruzada de Kafka y Monterroso.
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