Me queda mirando con sus malignos ojos de bestia y sus mandíbulas recargadas de aguzados dientes. Sus garras pueden destripar a un hombre de un solo zarpazo. Tiene un metro de estatura y su contextura es delgada, nervuda, ágil. Poco puede hacerme a mí, sin embargo. Salto sobre él antes que pueda advertirlo y le secciono el cuello de una sola dentellada. Su sangre es espesa, cálida, sabrosa; me reconforta. Lo succiono hasta convertirlo en un pellejo fofo que arrojo a la caja de los monstruos desechables.
Tomado de: http://diegomunozvalenzuela.blogspot.com/
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