Ciega, se desdobla de deseo mientras el cuerpo se multiplica en forma exponencial y se dirige hacia lugares insospechados. Él no puede alcanzarla y, desesperado, la ve fugarse cada vez más lejos a pesar de todos sus intentos. Ella lo percibe como un eco incomprensible y se aísla en la mitad de la noche con los sentidos embotados hasta que se agota. Él se queda flotando con el corazón roto y ella se levanta de la cama insatisfecha, pensando que quizá debería probar una novedad, algo que —de verdad—, la excite.
Tomado de: http://deesquinasyrincones.blogspot.com/
Ilustración: fragmento de Cabeza Rafaelesca Estallada, de Salvador Dalí
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