Fuego - Jacinto Deleble Garea
—Que no, te digo. Hasta la mitad lo llena el agua, vale, pero el resto no existe, ¿cómo vamos a tenerlo en cuenta?
—¡Y yo te he dicho que lo veo así, medio vacío, y punto!
—¡Pero está medio lleno!
—¡VACÍO!
—¡LLENO!
Esta vez, cuando al fin acude la madre, no dice nada, no les riñe como otras veces, sino que, con furia, rompe el vaso tirándolo al interior del lavabo. La cocina queda en silencio un largo y tenso instante, hasta que se marcha.
—¡Puff! Pues vaya solución, romperlo. ¿Es que no sabe que los vasos no los regalan?
—Fue un sacrificio necesario, así dejamos de discutir por culpa de él.
—Los cristales entaparán el agujero de la pila.
—Pero la tenemos harta y así no se nos olvida. Hizo bien.
—¡Tonterías, hizo mal!
—¡BIEN!
—¡MAL!
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