EL COLECCIONISTA DE RELOJES
Joaquín Torres
Poseía casi un centenar de relojes: algunos de gran valor; otros, en cambio, apreciados sólo por alguien como él. Y aunque coleccionar aquellas piezas siempre le había llenado, en las últimas semanas un hecho insólito perturbaba su ánimo: sus relojes se paraban uno tras otro, y por más que intentaba darles cuerda, no conseguía ponerlos en marcha nuevamente. Buscando la explicación de tan singular fenómeno, apenas podía conciliar el sueño. Entonces, una noche, mientras escuchaba desde la cama el lento tic-tac del último reloj de la casa, lo comprendió por fin: en cuanto las manijas se detuvieran, su tiempo habría expirado.
Publicado en Las leyes del contorsionismo
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