OBSESIÓN
María del Pilar Jorge
Celina llega todas las noches. Serena, erguida, atraviesa la habitación con un candelabro en la mano. Luego, se asoma a la ventana y espera. Y yo espero con Celina. Esperamos, en un silencio hecho de murmullos del mar, un mar que avanza y empuja, estremeciendo las rocas. La contemplo, mientras ella permanece ahí, en esa quieta esperanza a la que se aferra. Ilumina la ventana, esperando el regreso de aquél que alguna vez se fue.
Inexorablemente, el primer reflejo del amanecer diluye al fantasma.
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