GUARDIANA
Olga A. de Linares
La anciana vela todas las noches, rechazando la oscuridad —ladrona, lobo, espanto—, la negrura que empuja, arrincona y quiere devorar puertas, techos, sueños, cuerpos.
Ellos no lo saben. Ni sabrán hasta que sea tarde, cuando ya no esté para cuidarlos con su insomnio, cuando en la ventana, (ojo sin párpados, puñal de oro), se extinga la temblorosa luz que mantiene a raya a las fieras.
Un sol desganado, bostezando sobre despojos sombríos, llega a relevarla.
El humo comienza a salir de las chimeneas, canta un gallo, vuela una bandada...
La vida y sus rumores vuelven a encender el pueblo.
Entonces, la vigía apaga su lámpara, suspira y, finalmente, duerme.
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