EL REGRESO
José Vicente Ortuño
Valía la pena renunciar a mi familia, mis amigos y mi hogar. Soportar los experimentos y la agonía de separarme de mi cuerpo. Sufrir un dolor insoportable, cuando conectaron mi cerebro al sistema nervioso de una nave estelar de un millón de toneladas. Y padecer la soledad del viaje de cincuenta años hasta Próxima Centauri.
Valió la pena porque estoy de regreso y traigo buenas noticias: encontré un planeta habitable, un paraíso virgen. Sin embargo, al cruzar la órbita de Marte, he contemplado cómo un asteroide errante destruía la Tierra.
Ya no tengo donde regresar. Soy una nave y me resulta imposible llorar, sólo me resta contemplar la belleza del universo, durante toda la eternidad.
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