Se flecharon en la estación del subte, en cuanto se vieron, pero estaban separados por cuatro sádicas vías, en andenes enfrentados. Él le hizo una seña, moviendo el dedo en tirabuzón; ella respondió con la cabeza. Él se apresuró a ir a su encuentro, subiendo de dos en dos las escaleras, pero por lo visto el tiempo no corre a la misma velocidad para todos, porque cuando llegó del otro lado, un minuto después, ella, ofendida por la falsa promesa de amor, incapaz de soportar la eterna espera, se había arrojado al paso del tren.
2 comentarios:
Ai!!!!!!!! doeu!
Por lo menos, no corre a la misma velocidad para las mujeres ( comparar con cuando se visten y se maquillan).
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