LA CIERVA DE CERINIA
José Luis Zárate
El horizonte una tela infinitamente cambiante, las distancias meros sueños. La cierva apretó el paso y pudo escuchar a Hércules tratar de mantenerlo. Todo era dúctil, ráfagas, las montañas cambiantes conos, los campos un color verde, los ríos momentáneas líneas que se desviaban tarde o temprano.
El sol, la luna, la leche derramada de Hera en lo alto, eso era lo único firme, lo único cierto.
Y su cuerpo.
La Vía Láctea era ella. Selene era ella. El sol era ella.
Y ahora Hércules, que trataba de mantener su paso, casi al alcance de sus manos
Casi un año tras la presa, conocía cada centímetro de esa piel, paladeaba su cercano aroma, escuchaba su delicada respiración.
Suya, casi suya.
Corrían sin saber que, desde hace mucho se pertenecían. Eran uno. Una piel, un deseo, recorriendo el mundo.
Ilustración: M.C.Escher (Periodo Italiano 1922 - 1935)
El sol, la luna, la leche derramada de Hera en lo alto, eso era lo único firme, lo único cierto.
Y su cuerpo.
La Vía Láctea era ella. Selene era ella. El sol era ella.
Y ahora Hércules, que trataba de mantener su paso, casi al alcance de sus manos
Casi un año tras la presa, conocía cada centímetro de esa piel, paladeaba su cercano aroma, escuchaba su delicada respiración.
Suya, casi suya.
Corrían sin saber que, desde hace mucho se pertenecían. Eran uno. Una piel, un deseo, recorriendo el mundo.
Ilustración: M.C.Escher (Periodo Italiano 1922 - 1935)
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