PRIMER MANDAMIENTO
Roberto Ortiz
El demonio entró en su cuerpo en forma de humano. Al principio, cuando le salieron las primeras uñas, pensó que era una malformación genética, el mismo que había acabado con sus ancestros. Luego fueron los cabellos, los olores, la cubierta epitelial. Jamás aceptó el hecho de ser el último de su especie y vivía con la esperanza de encontrar un igual. Pero ahora, presa de aquella mutación, sabía que el demonio, usando quien sabe qué argucias, se había metido en su cuerpo. Juró que no lo admitiría así por así. Se arrastró hasta la cima y desde allí contempló a la orgía de sombras entrampadas en el sufrimiento. A medida que avanzaba sintió un remezón: él no dejaría, jamás, de adorarse a sí mismo. Ya completo, emergió del barro como un témpano de sal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario