AJEDREZ
Adriana Alarco de Zadra
Por su desmesurada codicia, había encerrado al indio en una celda hasta que le llenara una habitación con oro y plata. No le costaría más trabajo que bajar las planchas y estatuas de los templos para llevarlas hasta el cuarto del rescate. Y le enseñó a jugar ajedrez a Atahualpa mientras se llenaba de oro... hasta que empezó a perder.
Jaque mate, todas las noches.
—¡Que le corten la cabeza a este indio desgraciado, que a mí nadie me gana…! —gritó la Reina de Corazones.
Y así terminó la historia del Imperio Incaico.
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