Como cada mañana, la realidad se degradaba. Se lo dije a Graciela.
—¿Lo está haciendo de nuevo? —arriesgó ella, temblorosa—. ¿Adónde iremos a parar?
Moví la cabeza. Ni siquiera tenía ganas de hablar. Puse en marcha el sintonizador de trama cuántica y moví los diales tratando de ubicar el sector multidimensional en el que el tipo estaba operando. Tardé casi diez minutos en encontrarlo. Moscú, 4 de abril de 1917. Superman asesinando a Lenin, aunque él, como cada vez que cometía un acto de esa naturaleza, prefería denominarlo “operación de limpieza”.
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