EL BUEN LADRÓN
Olga A. de Linares
En vida, cometió todos los pecados contabilizados, y hasta añadió algunos, de su propia cosecha, a la pesada losa mosaica.
Cuando murió hubo quien, preocupado por el alma inmortal que sufriría los peores tormentos del infierno, sufragó misas y realizó generosas donaciones en su nombre.
Fue una lastimosa pérdida de tiempo y dinero.
Todos sus esfuerzos llegaron tardíamente.
Porque tras muchos años de latrocinio, y gracias a su maestría en las malas artes, no había puerta que el réprobo no fuera capaz de abrir.
Ni siquiera las del Paraíso.
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