LA PLUMA
José Vicente Ortuño
Terminaba un relato para el Taller 7, cuando oyó que en casa del vecino atronaba un partido de fútbol televisado, acompañado de berridos estentóreos supuestamente humanos. Se levantó y descolgó la reproducción de la Tizona del Cid Campeador, que compró en Toledo el pasado verano.
—No, quieto —se dijo—. La pluma es más fuerte que la espada.
Volvió a colgar el arma en su sitio, salió de casa y llamó a la puerta del vecino. Cuando éste abrió, sin mediar palabra, sacó su estilográfica y se la clavó en un ojo hasta matarlo.
Satisfecho volvió al trabajo.
José Vicente Ortuño
Terminaba un relato para el Taller 7, cuando oyó que en casa del vecino atronaba un partido de fútbol televisado, acompañado de berridos estentóreos supuestamente humanos. Se levantó y descolgó la reproducción de la Tizona del Cid Campeador, que compró en Toledo el pasado verano.
—No, quieto —se dijo—. La pluma es más fuerte que la espada.
Volvió a colgar el arma en su sitio, salió de casa y llamó a la puerta del vecino. Cuando éste abrió, sin mediar palabra, sacó su estilográfica y se la clavó en un ojo hasta matarlo.
Satisfecho volvió al trabajo.
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