MALA SUERTE, LUCY
Olga A. de Linares
La mutante bajó hacia la pradera que parecía llamarla en la brisa vespertina. Si la tribu era sorda a esa voz incitante, no era su culpa.
Estaba harta de vivir de acuerdo a sus leyes primitivas, con sus limitados horizontes. Erguida bajo el sol, se embriagó de futuro. Ella y su primer hijo marcarían la diferencia.
Ensimismada, no prestó atención a los gritos de alerta.
Mientras la devoraba, el homotherium pensó, oscuramente, que jamás había sido más fácil saciar su hambre.
Y los otros monos, horrorizados, decidieron no bajar jamás de los árboles.
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