—Están de moda los cuentos de monstruos, ¿viste? —Habíamos pasado la tarde aburridos, consumiendo infusiones exóticas y revisando antiguos manuscritos, algo que sólo le puede interesar a viejos como nosotros.
—Se ha perdido el gusto por la indagación —responde Iósif—, la conjetura es mala palabra y lo único que atrapa la atención del público es el morbo y la repetición.
—¿Y si escribiéramos algo?
—¿Algo autobiográfico? —sonríe Iósif.
—Si no queremos precipitarnos en lo que criticamos, no —replico.
—Por favor, Schicklgruber —Iósif siempre usa mi apellido original cuando quiere pelea—: nuestras gestas son alardes de creatividad comparadas con el decadentismo que impera en estos días.
Asiento, soñador. —Éramos románticos y nadie lo valora.
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