El contagio de la nueva bacteria mortal a través de los canales de oxígeno es inmediato. Los moribundos levantan los brazos frenéticamente tratando de desenterrarse y respirar, aferrados a la vida. Se revuelcan, chillan estrepitosamente, tienen el pecho sangrante, los ojos saltones. Les echo piedras y rocas encima. Finalmente, el último queda bajo un cúmulo de rocas metálicas que brillan bajo la luz de las cinco lunas. Un monumento al desastre.
¿Fue Poe quien inventó la Muerte Roja? ¿Es E.T. un robot de juguete o un ser de otra galaxia? No puedo saberlo. Soy la única sobreviviente humana de la Colonia Symca que respira oxígeno. Y quedamos solamente ella y yo.
Sobre la autora: Adriana Alarco de Zadra
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