NO POR ACCIDENTE
Olga A. de Linares
Maléfica no soporta los nuevos tiempos.
Todo empezó a andar mal cuando cualquiera se pudo casar con Príncipes Azules. La Bella Durmiente, al menos, era “gente como uno”, se dice la bruja.
¿Pero zaparrastrosas como la Cenicienta, o esa tilinga de Blancanieves?
¡El principio del fin!
Después, cualquier plebeya se creyó con derecho a su propio príncipe. ¡Habráse visto con la chusma!
¿Que tampoco ellos son lo que eran? ¡De acuerdo! ¡Pero igual son realeza!
En cambio esas arribistas... ¡Manga de atrevidas!
Grace y Diana se merecían la maldición que ella, como buena bruja conservadora, les largó. Y esa Máxima... ¡mejor que se cuide!
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