EL RETIRO DEL MAESTRO 3
José Vicente Ortuño
Maese Rasputila, buscando tranquilidad que inspirase su creatividad literaria, subió a una montaña. Durante el día escribía sentado bajo un árbol. Pero en éste habitaban criaturas que correteaban, gritaban y le arrojaban inmundicias.
Se trasladó al hueco bajo una cornisa de roca, pero allí el fuerte viento se llevó el prólogo que acababa de terminar.
Se mudó al interior de una cueva. Escribir a la luz de una vela rodeado de oscuridad no le inspiraba y el goteo de las filtraciones de agua le sacaba de quicio. Durante breves instantes echó de menos su despacho en la Escuela Hartmanovich. Pero desechó la idea de volver, no se daría por vencido tan pronto.
Guardó sus escritos en el zurrón, tomó el báculo y arremangándose la toga caminó montaña abajo, rumbo al mar, donde lo inspiraría el arrullo de las olas.
Se trasladó al hueco bajo una cornisa de roca, pero allí el fuerte viento se llevó el prólogo que acababa de terminar.
Se mudó al interior de una cueva. Escribir a la luz de una vela rodeado de oscuridad no le inspiraba y el goteo de las filtraciones de agua le sacaba de quicio. Durante breves instantes echó de menos su despacho en la Escuela Hartmanovich. Pero desechó la idea de volver, no se daría por vencido tan pronto.
Guardó sus escritos en el zurrón, tomó el báculo y arremangándose la toga caminó montaña abajo, rumbo al mar, donde lo inspiraría el arrullo de las olas.
1 comentario:
¿Vio? nosotros no éramos las únicas criaturas que le arrojábamos inmundicias en la escuela...
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