SALUDABLE NATURALEZA
José Ramón Vila (Txerra)
Nunca pensé que no sentir nada, que incluso morir, me haría absolutamente feliz.
Paseaba por la montaña disfrutando de la naturaleza cuando, de pronto, caí en una sima traicionera rompiéndome los brazos y las piernas. Durante horas, o días, no lo sé con exactitud, pedí auxilio, pero fue inútil.
Luego llegaron ellos.
Primero fueron esos malditos cuervos que picotearon mis ojos. Después, los gusanos rebañaron las cuencas. Los sentí avanzar con fruición hacia mi masa encefálica. Pero lo peor estaba por llegar: una pequeña comadreja se me acercó tímidamente; supongo que mis alaridos harían lo suyo. Más tarde, al verme totalmente indefenso, se envalentonó. Comenzó con unos inseguros y tímidos mordiscos de sus filosos dientes en mi vientre. Poco a poco fue penetrando en mis entrañas hurgando en mi interior con voraz decisión.
¡Por Dios, qué dolor! ¡Que esto acabe pronto!
Paseaba por la montaña disfrutando de la naturaleza cuando, de pronto, caí en una sima traicionera rompiéndome los brazos y las piernas. Durante horas, o días, no lo sé con exactitud, pedí auxilio, pero fue inútil.
Luego llegaron ellos.
Primero fueron esos malditos cuervos que picotearon mis ojos. Después, los gusanos rebañaron las cuencas. Los sentí avanzar con fruición hacia mi masa encefálica. Pero lo peor estaba por llegar: una pequeña comadreja se me acercó tímidamente; supongo que mis alaridos harían lo suyo. Más tarde, al verme totalmente indefenso, se envalentonó. Comenzó con unos inseguros y tímidos mordiscos de sus filosos dientes en mi vientre. Poco a poco fue penetrando en mis entrañas hurgando en mi interior con voraz decisión.
¡Por Dios, qué dolor! ¡Que esto acabe pronto!
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