ROBO EN LA PASTELERÍA
Christian Lisboa
—Así que no sabes nada del robo.
—No, oficial.
—¿Qué hacías entonces en la pastelería a esa hora?
—Compraba pasteles de crema, oficial.
—Pasteles. Bueno. Gómez, compre crema.
—¿Crema, jefe?
—Sí, Gómez. Varios litros.
El detenido, amarrado a la silla, chorreaba crema y saliva. Dos hombres le sujetaban y le obligaban a tragarla. El tipo intentaba rehusarse apretando los dientes, pero le apretaban la nariz y se la hacían tragar a bocanadas.
Estuvieron toda la tarde en eso. Con la camisa bañada en vómito, el detenido se quejaba por sus derechos.
—¿Cuáles derechos, desgraciado? Di lo que sabes y podrás descansar.
—¡Me están torturando! —gritó, entre espasmos. El solo olor de la crema le producía interminables arcadas, y un insoportable dolor en el bajo vientre.
—¿Tortura? Este será tu único alimento, hasta que decidas contarnos todo. Aquí no pasarás hambre, infeliz.
—No, oficial.
—¿Qué hacías entonces en la pastelería a esa hora?
—Compraba pasteles de crema, oficial.
—Pasteles. Bueno. Gómez, compre crema.
—¿Crema, jefe?
—Sí, Gómez. Varios litros.
El detenido, amarrado a la silla, chorreaba crema y saliva. Dos hombres le sujetaban y le obligaban a tragarla. El tipo intentaba rehusarse apretando los dientes, pero le apretaban la nariz y se la hacían tragar a bocanadas.
Estuvieron toda la tarde en eso. Con la camisa bañada en vómito, el detenido se quejaba por sus derechos.
—¿Cuáles derechos, desgraciado? Di lo que sabes y podrás descansar.
—¡Me están torturando! —gritó, entre espasmos. El solo olor de la crema le producía interminables arcadas, y un insoportable dolor en el bajo vientre.
—¿Tortura? Este será tu único alimento, hasta que decidas contarnos todo. Aquí no pasarás hambre, infeliz.
1 comentario:
Asfixiante. Logra transmitir la vulnerabilidad ciudadana frente a los órganos represores oficiales del estado. Bueno
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