Mandrake mostraba su furia cuando la magia le fallaba severamente, como aquella vez en que la paloma consiguió salirse de la jaula sin su ayuda, o cuando las esposas que se puso debajo del agua se le abrieron solas, sin su intervención. Pero lo que más disgustó al gran mago fue que su amigo, su fiel compañero, la mano violenta de su magia, se enamorara perdidamente de Narda, la cocinera de la televisión, sin que ella fuera hipnotizada. Qué puede esperar un mago si su magia se dispara sin control. Abandonó su métier y se dedicó al difícil arte de hacer andar una computadora. Volveré y seré un sistema operativo, fue lo último que dijo en aquella mítica función.
Ilustración: Salvador Dalí
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