No fue nuestra culpa. Estábamos famélicos. Por eso, comenzamos a devorar todo lo que encontrábamos a nuestro paso. Nuestros bocados favoritos eran los viejos, los niños y todo aquel que fuera poco ágil para buscar un rápido refugio. Ahítos, complacidos, recorríamos las calles como grandes señores, exhibiendo aquellos merecidos trofeos: brazos, piernas y alguno que otro miembro pequeño de olor excitante. Los humanos son ingeniosos, pronto recurrieron a las prótesis. Nos llevamos más de un chasco con las piernas ortopédicas. Afortunadamente, algunos lucían su flamante pata de palo. Es bueno afilar los dientes en la madera, mientras uno escucha los chillidos del portador de semejante preciosura. La única forma de callarlo era arrancarle la otra pierna, o, mejor aún, la cabeza. Como lo bueno dura poco, nos quedamos sin provisiones.
Pero… no me mires con esa cara, ¿no tendrás algo para darme de comer?
3 comentarios:
Después de leer esto me he dado cuenta de que mi familia me mira de una forma un tanto extraña y babean como ante un plato delicioso. Ahora que lo pienso... me está entrando hambre y mi esposa tiene un aspecto tan apetitoso...
¡No! ¡Tu esposa no!
Mejor tu suegra...
Y si lo preguntas así, tan dulcemente... vení a casa que en la heladera guardé unos brazos y una pierna que me sobraron de la cena del domingo...
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