EDÉN
Adriana Alarco de Zadra
Eva se sentía la primera mujer en el tiempo. La rodeaba una luz azulada que la hacía resplandecer. Era seductora, cautivante, fascinante y embelesaba a su compañero.
—Debo irme porque voy a llegar tarde —repetía él, amostazado.
—No obedezcas. No puede obligarte a trabajar, a estudiar, a podar o lo que hagas en este jardín encantador.
—Te digo que no —suplicaba con una vocecita cada vez más débil.
—Y yo te digo que si no lo haces, a mí no me ves más…
Y, Pinocho se comió la manzana.
1 comentario:
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