—¿Quién es el del piano? —preguntó el director del casting televisivo.
—Lo encontré en una de mis salidas. Me pareció que podía resultar llamativo con ese aire virtuoso —respondió George.
—¿Llamativo? ¡Míralo! No se mueve. Está encadenado al teclado. ¡Ni siquiera lleva el ritmo con gracia! —protestó el director.
—Ciertamente, cuando lo vi en su ambiente me pareció más interesante.
—Sácalo de ahí, no da la talla mediática ni de lejos.
—¡Siguiente! —gritó George.
Cabizbajo y deprimido, Wolfrang Amadeus Mozart abandonó el escenario.
Sobre el autor: Antonio J. Cebrián
1 comentario:
Mirá vos en que terminó George W. , utilizando su invento, al servicio de la caja boba.
Muy bueno lo suyo,don cebrián.
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