ENTROPÍA
José Vicente Ortuño
Pensó que soñaba, aunque no hubiese dormido durante cincuenta años, pero estaba equivocado. Millones de gusanos lo devoraban. El dolor era atroz.
Algunos huesos quedaron al aire y el frío se coló por los agujeros de su vientre. El sufrimiento cedió a la somnolencia de la muerte. La definitiva.
La primera fue muy dolorosa y le decepcionó, porque después sólo había la nada y el olvido. Sintió alivio al despertar convertido en un muerto viviente.
Al principio añoró cosas sencillas, luego sólo disfrutó de su nueva vida. Medio siglo trabajó sin descanso. Sin fatiga, ni hambre, ni sed. Había estado bien. Pero lo enfurecía que nadie le hubiera dicho que los zombis tenían fecha de caducidad.
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