MALTRATADOR
José Vicente Ortuño
—¡Zorras, todas sois iguales! —exclamó el policía.
Recogió la chaqueta de la mujer, que yacía muerta a sus pies, y comenzó a limpiar la porra con ella.
Una figura oscura y silenciosa se abalanzó sobre él, y le puso un enorme cuchillo en el cuello.
—No te muevas —le susurró—. Eso que has hecho está muy feo, sí.
El policía emitió un gañido ininteligible y se orinó en los pantalones. La porra cayó al suelo.
—No lloriquees, ¿acaso tuviste piedad de ella?
El cuchillo le cercenó la yugular. La sangre brotó y el extraño la bebió con
deleite, mientras el policía se convulsionaba hasta morir.
—Desperdiciar la comida está muy feo, sí —dijo la sombra.
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