PELIGROS DE LOS REFRANES II
Saurio
Hizo oídos sordos a los consejos de parientes y amigos y se fue nomás a Sevilla. A su regreso les demostró que ellos estaban equivocados y que él tenía toda la razón: su silla seguía allí. Eso sí, los demás muebles y la casa habían desaparecido.
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