UN POLÍMERO PERFECTO
Judith Shapiro
Mario miró la foto y el llanto le cerró la garganta. Hacía una tonelada de años desde que se la habían sacado. Se le veía la piel todavía joven y tersa, con tan sólo cinco años de uso. El cabello brillante y en cantidad. La sonrisa natural. Odiaba tener esa foto en la mesa de luz cada mañana, pero era su obsesión, su neurosis, la evidencia de la pureza perdida.
Una única lágrima se abrió paso por la mejilla fría, y un dedo aún más frío la limpió con un suave rechinar.
Plástico. Puro plástico.
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