
Sentado en el inodoro, sin nada mejor que hacer que buscarle significados a las manchas claras de las baldosas negras, vio un insecto de esos que tienen muchas patas, pero no necesariamente cien, desplazándose del canasto de la ropa a la bañera. Cambió el objeto de su observación y detectó que el bichito seguía un complicado itinerario de idas y vueltas, nudos, giros y entrelazados, no una línea recta. Eso no podía ser casual, por lo que sacó la cámara y filmó toda la secuencia hasta que el insecto desapareció por un agujero del zócalo. Terminó su faena y descargó las imágenes, que descifró sin dificultad. El mensaje era una plegaria dirigida al dios del inodoro en la que se rogaba su misericordia y se le pedía que no volviera a responder con despiadados pisotones a la devoción que se le profesaba.
2 comentarios:
Muy bueno! A escala más que humana
¡Já, está bueno en serio!
Publicar un comentario