EL PASTOR
Carlos Feinstein
Corría y lo había hecho durante la noche. Sin dudarlo abandonó todas sus pertenencias materiales. Ser pastor de la Iglesia Evangelista del Cristo Doliente no era malo, todo lo contrario: era un negocio redituable. La gente lo daba todo asustada por sus propios miedos, acosada por necesidades y dolencias. Consideraba que su trabajo era la venta de esperanzas y se asumía como un profesional, eficiente para obtener el dinero, frío y cruel para marcharse.
Hoy sólo tenía una reunión para rezar con campesinos desarraigados en la ciudad, haría el cuento de siempre y aunque por cabeza sacaba poco, había muchos para esquilmar.
En el momento justo de la ceremonia cuando pidió por la salud de lo enfermos; los sordos escucharon, los mudos hablaron, los tullidos caminaron, los ciegos vieron, y los enfermos sanaron.
Ahora sigue corriendo y por las dudas, ni siquiera mira para atrás.
Sobre el autor: Carlos Feinstein
Hoy sólo tenía una reunión para rezar con campesinos desarraigados en la ciudad, haría el cuento de siempre y aunque por cabeza sacaba poco, había muchos para esquilmar.
En el momento justo de la ceremonia cuando pidió por la salud de lo enfermos; los sordos escucharon, los mudos hablaron, los tullidos caminaron, los ciegos vieron, y los enfermos sanaron.
Ahora sigue corriendo y por las dudas, ni siquiera mira para atrás.
Sobre el autor: Carlos Feinstein
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