EL RESFRIADO
Yvonne Denis-Rosario
Soplo mi nariz. Cada restregón esporádico tras los estornudos lastima y tengo que recibir lo que se asoma blando o sólido. La saliva viscosa avisa de la sequedad de mi garganta. Los sonidos provenientes del estomago me gritan: hambre.
Así, enfermo, espero a Ronald en un cuarto al final de la cocina del hotel cinco estrellas. Me ha dejado, mientras va tras su profesor de artes culinarias a pedirle que firme las calificaciones del semestre. Lo espero sin tocar nada, pero este lugar está lleno de comida.
He tomado todo lo que he querido, aunque no identifico sabores.
—Ya terminé —dice sonriente Ronald, mi amigo practicante de chef, mientras trago—. Te dije que no tocaras nada. Aquí, damos rienda suelta a la creatividad practicando en la presentación de alimentos. Utilizamos lo desechado por los huéspedes a diario.
Así, enfermo, espero a Ronald en un cuarto al final de la cocina del hotel cinco estrellas. Me ha dejado, mientras va tras su profesor de artes culinarias a pedirle que firme las calificaciones del semestre. Lo espero sin tocar nada, pero este lugar está lleno de comida.
He tomado todo lo que he querido, aunque no identifico sabores.
—Ya terminé —dice sonriente Ronald, mi amigo practicante de chef, mientras trago—. Te dije que no tocaras nada. Aquí, damos rienda suelta a la creatividad practicando en la presentación de alimentos. Utilizamos lo desechado por los huéspedes a diario.
3 comentarios:
Es asquero y simple.
Te aseguro que esa técnica la usan en los restaurantes "cinco tenedores" ¡no tiran nada! (¿cómo te parece que hacen el salpicón de ave? je, je...
Hay una maravillosa complejidad de inmediatez al implicado. Implicación al implicado. Se ingieren sobras, pero ahora los que paguen por comer, se infectarán probablemente de AH1N1. Esta mujer escribe maravillosamente. Me quito el sombrero.
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