Estaba segura de que el hermoso príncipe de Camilendia no tenía otro objetivo en la vida que hacerme esposa de su hija Lavandia. Como siempre, las hembras dragón tenemos que aparecer para apagar el fuego, pero presentía que mi destino estaba en encender alguno, y si no era el del Ducado de Camilendia, podría ser el del bosque de Camilendia, aunque luego me echasen los zopilotencidos para tratar de destruirme. Sabía cómo enfrentarlos. No me habían criado para supervisar calderos.
Así fue como me decidí y volé hasta la cima del monte Gilipondia desde donde me lancé en picado sobre el bosque. ¡Qué bello espectáculo! Los guardianes del bosque, en lugar de arrojarse sobre mí, huyeron despavoridos, y la masa vegetal se convirtió en una tea. Luego, satisfecha de mi transgresión, fui en busca de un macho dragón para copular y reírme de los mandatos y las costumbres ancestrales.
1 comentario:
Liberación femenina aplicada a los dragones. Qué bien.
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