Ordenador, lo que se dice ordenador, fue Jeremías Arrobo, un payador tiempo completo a quien el Intendente, para darle un conchabo más o menos civilizado, lo puso a ordenar los galpones del Palacio.
Los dejó maravillados a todos porque, sin dejar de tocar ni una noche en lo del Rengo Argañaráz, ordenó todo: cuarteles, galpones, fiambreras, cocheras, depósitos, cajones, vestidores, salones de esquila, pabellones de cocina, chacaritas, mansardas, graneros, silos, bajo mesadas y debajo de cada escalera. Eso sí: desarmó todo. Cada cosa que ordenó fue desarmada en sus partes elementales y cada una de esas partes elementales fue puesta en un cajón numerado diferente ordenado alfabéticamente. Resultó difícil encontrar las máquinas viales, autos, sembradoras, cosechadoras, hasta los expendedores de agua y los autos del Intendente.
Bastante enojado, éste le encomendó ordenar la biblioteca del pueblo. Todo el pueblo está ahora en la puerta del edificio para protegerla.
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