sábado, 5 de febrero de 2011

Ciberótico – Oriana Pickmann & Sergio Gaut vel Hartman


Decidí, sin inspiración alguna, ponerme a escribir. Mis dedos se deslizaron sin ningún tipo de ritmo por el teclado, pero siempre suavemente. Y aunque tenía las manos frías, mi computadora empezó a gemir, haciéndome notar que disfrutaba. Aparentemente, yo estaba presionando las teclas correctas, ya que no tardé en advertir que ciertas palabras, que no eran las que estaba escribiendo, se hilvanaban formando una secuencia coherente.
—Soy tu puta, tu sucia esclava; destrózame, párteme al medio.
Sin embargo, este fantástico curso de los hechos, provocado por la erotización de mi equipo, no fue nada comparado con lo que ocurrió cuando mi esposa entró a mi estudio sin golpear y leyó lo que aparecía escrito en el monitor.
Hace tres meses que estoy separado; mi mujer nunca creyó mi versión de los hechos. Para colmo de males, mi computadora conoció a un ordenador de la OEA y acaba de abandonarme.

5 comentarios:

El Titán dijo...

jajajaja...a mí una vez me pasó algo parecido...pero mi CPU me abandonó por un robot de Sony, de esos que bailan y esas cosas...

Javier López dijo...

Muy, muy bueno!!! Eso de tocar las teclas correctas suele traer sus recompensas, aunque en este caso el efecto pareció mayor al deseado.

Damian Neri dijo...

Jaja. Lo deja su esposa y luego su computadora. ¿Hay algo peor que eso?

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

¿Algo peor a que te deje tu esposa y luego tu computadora? Creo que sí: conocer a una cyborg, enamorarte de ella y que te deje por un abrelatas.

Damian Neri dijo...

Y que además el abrelatas esté oxidado y que la última lata que abrió haya sido una de conservas allá por la Segunda Guerra Mundial. Jaja.