Tenía el pelo sucio y los pantalones rotos; estaba pintando el cerco. La casa, el jardín de pasto desparejo, el árbol frondoso, todo invitaba al descanso. Recordé: había estado allí una vez, hacía mucho tiempo.
El chico me miró con desparpajo, tenía la misma edad, la misma expresión traviesa.
—Hola, soy Tom ¿Necesita algo, señora?
—Sólo recuerdos para un cuento.
—Si pinta un pedazo del cerco la ayudo.
Para olvidarme un rato de mí misma, tomé el pincel. El pequeño me guiñó un ojo, se apoyó contra el árbol y empezó a comer una manzana.
6 comentarios:
Me encantó la belleza con que describes el personaje y el escenario. ¡Y el toque de humor travieso!
J.V.O.
Gracias José: fue sólo que estaba en el estado de ánimo correcto para escribirlo. Y que esa historia, en su momento, me gustó y la disfruté mucho.
Un cariño
Hermoso, María, yo también amo a los personajes de Twain, aunque quizás un poquito más a Huck, y lo tuyo es un dulce homenaje muy bellamente realizado.
¡Qué lindo...! ¿Yo también puedo pintar un poco de cerco? Me encantó.
Gracias, Olga. Gracias, Pato
No hay problema Patricia, te paso el pincel. Siempre viene bien un poco de inspiración.
creo que alguna vez me inventaste algo parecido a los pies de la cama. Gracias mami, por tu arte en mi vida.
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